Siempre “maestro” en el pentagrama de la vida
- Lisandra Marene Suárez González
- 23 mar 2016
- 7 Min. de lectura
Le identifican por su alma natural, cándida. Él, hijo de campesinos, es capaz de trastocar redondas, fusas, corcheas y demás figuras musicales, en sueños cumplidos. Cuenta que hizo suyos los números para, entre las líneas de una partitura, construir puentes hacia el mejoramiento humano.

Al decir de Gonzalo Bermúdez, sus principales pasiones son: el magisterio, la música, pescar y cocinar. / Foto: De la autora.
Por eso no extraña que, con la firmeza en la garganta y el orgullo en las pupilas, exponga: “la felicidad no me la ha dado la tremenda calidad musical de mis ‘Ismaelillos’; me la ha proporcionado, sin dudas, el haber encontrado un grupo de hijos a los cuales he dedicado mi vida entera y por los que vale la pena luchar”…
Santos Gonzalo Bermúdez Toledo, Doctor en Pedagogía, ha trascendido en la Historia de Cuba y del Ecuador no solo porque en ambos países fundó “Ismaelillo” –una legendaria agrupación que ya cuenta con ocho generaciones en la provincia de Cienfuegos y otras dos al interior de la Amazonía. Más allá de los innumerables premios y reconocimientos que ha merecido por ello, él destaca por quien es y como es.
RAÍCES DE LA GRANDEZA
Cuando se refiere a su padre, lo describe como un hombre que, si bien prefería vivir en la ciudad a cortar caña en el campo, era “muy luchador”. Llegó a Cienfuegos y, de fregar carros en la Ford Company, pasó a ser su dueño; incluso viajó a California, Estados Unidos, para estudiar Ingeniería Mecánica.
¿Cuán determinante fue él en su formación como ser humano?
“Yo diría que se convirtió en la piedra angular –reflexiona. De ahí mi carácter, mi disciplina, mi entereza. Me imprimió la constancia, el no desmayar ante nada. Siempre buscaba una solución a todos los problemas; y eso lo heredé. También el interés por aprender mucho cada día. Recuerdo que, medio en broma, me insistía: ‘mientras más cosas sepamos, menos hombres tendrán que entrar a la casa a arreglar la plancha de la mujer’… Quizás un pensamiento algo machista, pero me quedé con la esencia: el espíritu de superación.
“No olvido que cuando se me antojaba algún juguete, por ejemplo, él preguntaba: ‘¿cuánto cuesta?’. Yo respondía: ‘12 dólares’. Acto seguido, la misma idea como respuesta: ‘¿Qué hiciste de bueno para merecerlo? Hay que trabajar para conseguirlo’. ¡Y él era el dueño de una agencia; tenía dinero...! Igual me recalcaba: ‘ese dinero no es para eso’. Así que todos los domingos, el único día que yo tenía libre, debía irme allá a la Ford Company a esmerilar autos para que él me diera un dólar semanal hasta completar lo que costaba el juguete. ¿Imagina usted cuánto yo lo cuidaba después…?
“Esa máxima de mi padre, de que el ser humano debe obtener lo que en verdad merezca por su esfuerzo, la he incluido incluso en mi metodología de trabajo con niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Me ha dado excelentes resultados… ¡Ah, y de él aprendí también que, independientemente del día de la semana, uno debe levantarse bien temprano, porque eso hacen los hombres trabajadores!”.
Igual le enfatizaba respecto a la importancia de estudiar. ¡Claro, siempre y cuando no se tratara de música,
¿no?!...
“Ahí sí no le obedecí. Me escapaba del bachillerato en las tardes para ir a tocar el acordeón. Yo sentía que debía satisfacer esa necesidad espiritual. Ocurre que desde pequeño asistí a la iglesia; aunque mi mamá decía que yo ‘comía’ santos y devolvía diablos –sonríe. Por esa etapa me cautivaba la sonoridad del órgano; así que, más tarde, el instrumento que más se me parecía era el acordeón y quise aprender. Entonces, solo, averigüé dónde podría lograrlo y llegué al Conservatorio de Música en Cienfuegos; ¡a escondidas!
“Lo curioso es que a mi hermana sí le permitieron estudiar música. Es pianista concertista, profesora. Sin embargo, nunca ejerció”.
LAS PRIMERAS NOTAS
Para complacer en alguna medida a su padre, Gonzalo estudió Idiomas, Mecanografía, Taquigrafía; inició la carrera de Medicina, y solicitó transferencia para Psicología y Defectología. En 1966, mientras cursaba Ingeniería Mecánica en La Habana, el entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, Fidel Castro Ruz, hizo público un nuevo llamado nacional a maestros voluntarios para las montañas.
¿Y es cierto que no lo pensó usted dos veces?
“Sí. Otra vez hice algo a escondidas. Cuando mi padre se enteró, se apareció allá arriba. Al saber cuánto yo ganaba –solo 85 pesos mensuales porque debía estudiar para alcanzar el título idóneo–, me dijo: ‘te voy a dar el doble si bajas de aquí’. ¡Y no me fui! Me quedé en las montañas del Escambray, en una zona bien intrincada, llamada Moñito.
“Allí organicé la ‘1ra. Coral de Niños Serranos’. Siempre he visto la música como un estabilizador emocional, de modo que pensé que resultaría efectiva a la hora de enseñar. Ese quehacer singular, casi sin instrumentos musicales, justo en la cima de una loma, en una escuelita que los alzados contra la Revolución cubana quemaron dos veces, me mantuvo en el mismo sitio, como maestro, por cuatro años.
“Ya graduado, en menor tiempo del establecido –pues mi padre decía que había que vivir rápido para morir joven y lucir buen mozo en el ataúd (ríe a carcajadas)–, con la Licenciatura y, a continuación, el Doctorado en Pedagogía y los estudios de música, me vi luego, hacia 1975, en otra escuelita rural, pero ya del municipio de Abreus, de vuelta a mi natal Cienfuegos. Allí fundé el grupo infantil ‘Los Galgos’, donde yo mismo tocaba la batería. Esa experiencia la repetí en muchas otras escuelitas”.
Y AL FIN NACIÓ... ¡ISMAELILLO!

Grupo musical “Ismaelillo” en Cienfuegos, Cuba, galardonado con el Premio Nacional “Rubén Martínez Villena” (1987). / Foto: Cortesía del entrevistado.
Quienes le conocen, recurren a no pocos calificativos para retratarle con palabras: “Gonzalo es inteligente, ingenioso, talentoso, con una vasta cultura, detallista, sencillo, servicial”; “tiene una enorme fe en el mejoramiento humano”; “altruista”; “capaz de forjar en los demás un espíritu colectivista”; “buen artesano de hombres”; “aprecia el ambiente de trabajo creativo, de respeto y sacrificio”; “riguroso, dedicado, perseverante, con un gran amor por la labor que realiza”; “pendiente de todo y todos”...
Así como algunos tienen un número de la suerte, ¿diría acaso que el 10 de octubre es su fecha de la suerte?
“La primera suerte que tuve fue haber nacido en Cuba. Soy incondicional. Luego está esa fecha, por supuesto… Como es feriado, por conmemorarse el Día de la Independencia Nacional, ya trabajando en una de esas escuelitas, la ‘Pedro Romero’, de barrio, convoqué a los muchachos más difíciles, por su mala conducta. Para encaminarlos los uní en un grupo musical: ‘Ismaelillo’.
“Por aquella época existía en Cienfuegos la orquesta ‘Melodías Cubanas’, que no tenía pianista, y me brindé con la doble intención de, cuando no tuviéramos ensayos, poder utilizar los instrumentos con mis chicos en la propia Casa de Cultura. Aquel 10 de octubre los llevé por primera vez, y cada quien se arrimó al instrumento que más le gustó. Ahí empezó el reto mayor, pues muchos los desconocía por completo; yo solo dominaba el piano, la batería, guitarra y trompeta.
“Gracias a los integrantes de la Banda Municipal, que me ayudaron, empecé a vencer tamaño reto. Sin embargo, cuando yo escribía e impartía las clases que ellos me daban, mis alumnos no me entendían. Entonces debí buscar otra manera. Así se me ocurrió el Sistema Nemotécnico de Números y Símbolos de Matemática para el Aprendizaje de la Música –Premio Internacional de Pedagogía (1986). Al codificar los sonidos, logré enseñarles la música”.
Si hipotéticamente dicho sistema sirviera asimismo para modificar defectos, teniendo en cuenta que todos los seres humanos somos imperfectos... ¿qué imperfecciones suyas modificaría?
“Yo creo que no tenemos defectos, sino características. Son las que hacen que las personas se acerquen o se alejen. De modo que si las modificamos, quien se acercó inicialmente podría pensar: ‘no es quien yo conocí’; y alejarse también”…
“Feliz día” constituyó una pieza antológica, parte del repertorio de “Ismaelillo”. Estuvo dedicada a la figura de Fidel Castro Ruz, en su cumpleaños, y se estrenó por vez primera en 1988, dentro del marco del Festival
Artístico Internacional “Por un mundo sin final”. Parafraseando tal título, ¿cuál ha sido el día más feliz para Gonzalo?
“1ro. de noviembre de 1996… (Tras una pausa, prosigue con la voz entrecortada y las cejas arqueadas al extremo). Ese día, de manos del propio Fidel recibí la distinción ‘Los zapaticos de rosa’, un premio al esfuerzo…”.
Esfuerzo que igual se materializó en el Ecuador…

Gonzalo Bermúdez, batuta en mano frente al grupo musical “Ismaelillo”, fundado en la Amazonía ecuatoriana. / Foto: Cortesía del entrevistado.
“Sí. En 2003 fui convocado por el presidente. En una reunión que sostuvieron diversas personalidades de naciones andinas, el Prefecto de Morona Santiago le comentó al Comandante en Jefe que deseaba emprender algún proyecto sociocultural. A través del Consejo de Estado de Cuba recibí la invitación; hasta mi casa vinieron los funcionarios y me encomendaron presentar una propuesta. Después de hacerlo, dijeron: ‘usted mismo va a desarrollarla’.
“Así que aquí estuve durante 11 años. Como resultado de un proceso profundo de investigación, en plena selva amazónica, con niños y niñas, adolescentes y jóvenes indígenas, creamos dos generaciones de ‘Ismaelillo’. E igual realizamos acá eventos como el 1er. Festival Nacional de Coros Polifónicos, dirigido a todas las edades”.
¿En la misma medida en que les enseñó a hacer música con el apoyo de su peculiar Sistema Nemotécnico, cuánto más aprendió usted?
“¡Imagínese! Fue como saldar una deuda con Latinoamérica. He hecho mía la frase de José Martí: “Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque y después, en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás’. Pude demostrarme a mí mismo que podía seguir adelante cuando los años ya se sienten en el cuerpo”.
Uno de los temas musicales de su autoría se titula “Galaxia”. De suponer que equivale al mundo en el cual vivimos, ¿qué le faltaría a esa “Galaxia”?
“Mayor comprensión”.
Ha tenido la oportunidad de visitar y realizarse profesionalmente en cerca de 22 países; pero, una y otra vez, regresa a Cienfuegos. ¿Por qué?
“Porque es donde quiero morir”.
Si tuviese que definirse con solo una palabra, ¿sería…?
“¡‘Maestro, sin lugar a dudas! No soy músico, sino un maestro que enseña música”.
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